miércoles, 15 de abril de 2009

Retazos Próximos






Caían desde el cielo, cometas... apuñalando, veloces estelas blancas de agua y hielo, cínicos bastones en punta le mordían el cuello. Reclamaban atención sobre su espalda. Ya bastante harto, cansado de su rozarse mojado con la ropa, detuvo su camino en una esquina, para sentarse en una escalera pequeña bajo un árbol, donde el agua seguía su curso, pero hielo se volcaba resignado. Flechas agudas se esfumaban al tocar el piso, dejando en el brillo del asfalto roto un tendal de cucarachas invertidas, histéricas, con el entusiasmo irreflexivo de un insecto que se regodea ignorante en su representar kafkiano de lo desesperante. Para qué volverse, parase o permanecer, no importa realmente adonde se arrastre el cuerpo, en definitiva tras todo ese anhelo de poesía, solo se esconde como en un insecto, el deseo irrefrenable y terco de hacer algo que podría hacerse en cualquier parte... lo mas barato, lo mas mundano, pero al fin y al cabo lo único. ¿por qué un ser tan dócil querría continuarse en el mundo?. ¿es que nunca puede escapar a todo eso?. Sin ser nunca otra cosa que el conector entre conectores, otro escalón accidental en una escalera horizontal intransitable, sin poder saltar de un escalón al otro, solo un montón de cápsulas opacas que se subsiguen una a la otra sin llegar a verse en un costado común. Ajenas, inquebrantables, monadas disconexas, estériles, se apilan conflicuadas sobre un costado, pero se caen una a una por exceso, reafirmándose a si mismas con esmero temiendo su colapsar contra el mármol... el quebrarse inevitable de su forma eterna...
Tal vez sea entonces cuando al
fin compartan algo con el medio, mutilados grises apagando su expresión de desconcierto, en un cansado abandonarse al mundo.
Si algo de tierra logra entrar en todo esto, sea él vulnerable por abandono propio, sintiendo el peso frío del sobretodo en la espalda, como una barra de mármol que intenta doblarle el cuello en ese aburrido caer hacia abajo, como la lluvia que emprende su deceso, propia de su idea y descontento, al empapar el mundo sin cambiarle nada, se deja mojado el piso en su quietud aburrida de siempre... “algo tendrá de sublime la lluvia, si logra con tan poco que brille todo esto”, pensaba sentado Ignacio mientras quisiera alejarse de si mismo, en diagonal hacia arriba, viendo perder su imagen en las luces y ruidos da la ciudad apagada, como otro brillo que titila ante la ausencia...

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